LA VERDAD

Este sitio es acerca la teología reformada tal como fue enseñada por los grandes e influyentes reformadores del siglo 16. El trabajo de ellos cambió la forma de ver el Cristianismo en términos de teología y liturgia. Fueron ellos que viendo la corrupción en la existente iglesia Católica desearon reformarla de acuerdo a Escritura, trayendo consigo la mas grande revolución religiosa y social que la historia de la iglesia haya sido testigo. Su legado sigue hoy en este siglo, y su influencia cambió Europa y dio nacimiento a los Estados Unidos de América.

martes, mayo 11, 2021

LA IGLESIA, Los Institutos 4.1.2



2.     Cuando decimos en el Símbolo de los Apóstoles que creemos la Iglesia, no debe entenderse solamente de la Iglesia visible, de la que ahora tratamos, sino que comprende también a todos los elegidos de Dios, en cuyo número están todos los que han pasado a la otra vida. Y de acuerdo a esto, la palabra usada es “creer;” porque con frecuencia no se puede notar ninguna diferencia entre los hijos de Dios y los infieles, entre Su rebaño y las fieras salvajes.

Creemos la Iglesia.     Muchos intercalan aquí la partícula en, sin razón alguna. Confieso ser esto lo que más comúnmente se emplea hoy día, y que ya antiguamente había estado en-uso, pues el mismo Símbolo Niceno, según se cita en la Historia Eclesiástica, dice: "Creo en la Iglesia".  A pesar de ello, la fórmula creo la Iglesia, y no en la Iglesia, aparece también en los escritos de los antiguos Padres; y ha sido aceptada sin dificultad. Porque san Agustín, lo mismo que el autor del tratado sobre el Símbolo que se ha atribuido a san Cipriano, no solamente hablan así, sino que expresamente notan que esta manera de hablar sería impropia si se añadiese la partícula en. Confirman su opinión con una razón que no es despreciable. Testificamos que creemos en Dios, porque nuestro corazón descansa en Él como Dios verdadero, y que nuestra confianza reposa en Él. Lo cual no se aplica a la Iglesia, ni tampoco a la remisión de los pecados ni a la resurrección de la carne. Por tanto, aunque yo no quisiera discutir por meras palabras, sin embargo preferiría usar los términos con propiedad para que queden claras las cosas, en vez de emplear términos que oscurezcan el asunto sin razón.

La elección es el fundamento de la Iglesia universal.      La finalidad consiste en saber que aunque el Diablo haga todo lo posible por destruir la gracia de Jesucristo, y todos los enemigos de Dios conspiren a una y se esfuercen en ello con una furia impetuosa, la gracia de Jesucristo no puede sufrir menoscabo, ni resultar estéril su sangre, sin producir fruto alguno. Y de la misma forma debemos examinar la elección de Dios y su interna vocación, porque sólo Él conoce quiénes son los suyos y los tiene como contenidos bajo su sello, como afirma san Pablo (2 Tim. 2, 19), e incluso les pone las señales por las que pueden ser diferenciados de los réprobos. Pero dado que aquellos no son más que un número muy reducido, esparcidos entre la gran multitud, de modo que vienen a ser como unos pocos granos de trigo escondidos entre la paja, nos es necesario dejar a Dios solo el privilegio de conocer su Iglesia, cuyo fundamento es su elección eterna. De hecho no basta concebir que Dios tenga sus elegidos si no comprendemos al mismo tiempo la gran unidad de la Iglesia, de tal forma que nos persuadamos de que estamos como injertados en ella. Porque si no estamos unidos con todos los demás miembros bajo la única Cabeza, Cristo, no esperemos conseguir la herencia que esperamos.

De aquí que la iglesia es llamada católica o universa (Agustine, ep 48), pues dos o tres no pueden dividirla sin destruir a Cristo, y esto es imposible.

Todos los elegidos de Dios están tan unidos en Cristo, que como dependen de una cabeza, están como compactados en un solo cuerpo, unidos como sus diferentes miembros; hechos verdaderamente uno al vivir juntos bajo el mismo Espíritu de Dios en una sola fe, esperanza y caridad, llamados no solo a la misma herencia de vida eterna, sino a la participación en un solo Dios y Cristo. Por tanto, aunque la horrible desolación que vemos por todas partes dé a entender que todo está destruido y que no queda ya Iglesia, estemos seguros de que la muerte de Cristo es fructífera, que ha de producir su efecto, y que Dios protege milagrosamente a su Iglesia, escondiéndola del peligro según leo fue dicho a Elías : "Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal" (1 Re. 19, 18)."

SOURCE: Calvino, J, "INSTITUTOS DE LA RELIGIÓN CRISTIANA " Libro IV, Cap 1.2 . extraído, https://ccel.org/ccel/calvin/institutes/institutes.vi.ii.html


Trad, Caesar Arevalo




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