INTRODUCCIÓN
La Segunda confesión Helvética resumió la teología en desarrollo de las iglesias reformadas de Suiza en los años posteriores a la Reforma. Es claramente un documento protestante, que no solo aleja a las iglesias reformadas suizas del catolicismo romano, sino que también expresa muchos de los puntos emergentes de énfasis en el protestantismo. Fue escrito por Heinrich Bullinger, un pastor suizo que emergió como un destacado teólogo reformado después de la muerte de Ulrich Zwingli, quien había sido uno de los líderes de la Reforma en Suiza. Se esforzó por preservar la unidad entre los reformadores gracias al acuerdo de 1549 con Calvino sobre la Eucaristía; el Consenso Tigurinus (Consenso de Zurich). La confesión esta dividida en 30 capítulos breves pero sustanciosos de la verdadera y original doctrina reformada.
El capítulo veinte desarrolla la posición doctrinal y liturgica del bautismo en respuesta al catolicismo y al anabautismo que atacaba el modo del bautismo y su administración a los hijos de padres creyentes. Esto es de suma importancia para conocer las posición reformada en cuanto a porque en las iglesias reformadas bautizamos a infantes.
Capítulo 20 -
Del Santo Bautismo
La institución del
bautismo. El bautismo fue instituido y consagrado por Dios. Primero, Juan
bautizó, quien sumergió a Cristo en el agua del Jordán. De él, vino a los
apóstoles, quienes también bautizaron con agua. El Señor les ordenó
expresamente que predicaran el Evangelio y bautizaran "en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). Y en Los Hechos,
Pedro dijo a los judíos que preguntaban qué debían hacer: "Bautícense cada
uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y
recibirán el don del Espíritu Santo" ( Hch 2, 37 s.). De ahí que algunos
bautismos se denominen signo de iniciación para el pueblo de Dios, ya que por
él los elegidos de Dios son consagrados a Dios.
Un bautismo. Solo hay un bautismo en la Iglesia de Dios; y es
suficiente estar una vez bautizado o consagrado a Dios. Porque el bautismo una
vez recibido continúa por toda la vida, y es un sellamiento perpetuo de nuestra
adopción.
Qué significa
ser bautizado. Ahora bien,
ser bautizado en el nombre de Cristo es estar inscrito, ingresado y recibido en
el pacto y la familia, y así, en la herencia de los hijos de Dios; sí, y en
esta vida ser llamados por el nombre de Dios; es decir, ser llamado hijo de
Dios; ser limpios también de la inmundicia de los pecados, y recibir la
multiforme gracia de Dios, para llevar una vida nueva e inocente.
El bautismo, por
tanto, recuerda y renueva el gran favor que Dios ha mostrado a la raza de los
hombres mortales. Porque todos nacimos en la contaminación del pecado y somos
hijos de ira. Pero Dios, que es rico en misericordia, nos limpia gratuitamente
de nuestros pecados con la sangre de su Hijo, y en él nos adopta para ser sus
hijos, y por un santo pacto nos une a él y nos enriquece con diversos dones, para
que podamos vivir una nueva vida. Todas estas cosas están aseguradas por el
bautismo. Porque interiormente somos regenerados, purificados y renovados por
Dios mediante el Espíritu Santo; y externamente recibimos la seguridad de los mas
grandes dones en el agua, por los cuales también esos grandes beneficios están
representados y, por así decirlo, puestos ante nuestros ojos para ser
contemplados.
Somos
bautizados con agua. Y
por eso somos bautizados, es decir, lavados o rociados con agua visible. Porque
el agua limpia la suciedad y refresca y enfría los cuerpos calientes y
cansados. Y la gracia de Dios realiza estas cosas para las almas, y lo hace de
manera invisible o espiritual.
La obligación
del bautismo. Además, Dios
también nos separa de todas las religiones y pueblos extraños mediante el
símbolo del bautismo y nos consagra a sí mismo como su propiedad. Por lo tanto,
confesamos nuestra fe cuando somos bautizados y nos comprometemos con Dios por
la obediencia, la mortificación de la carne y la novedad de vida. Por lo tanto,
estamos alistados en el santo servicio militar de Cristo para que durante toda
nuestra vida luchemos contra el mundo, Satanás y nuestra propia carne. Además,
somos bautizados en un solo cuerpo de la Iglesia, para que con todos los
miembros de la Iglesia podamos concurrir maravillosamente en la única religión
y en los servicios mutuos.
La forma del
bautismo. Creemos que la
forma más perfecta de bautismo es aquella por la que Cristo fue bautizado y por
la cual los apóstoles bautizaron. Por lo tanto, no consideramos necesarias para
la perfección del bautismo aquellas cosas que por artificio del hombre se
añadieron después y se usaron en la Iglesia. De este tipo es el exorcismo, el
uso de luces encendidas, aceite, sal, saliva y otras cosas como que el bautismo
debe celebrarse dos veces al año con multitud de ceremonias. Porque creemos que
un bautismo de la Iglesia ha sido santificado en la primera institución de
Dios, y que está consagrado por la Palabra y también es eficaz hoy en virtud de
la primera bendición de Dios.
El Ministro
del Bautismo. Enseñamos que
el bautismo no debe ser administrado en la Iglesia por mujeres o parteras.
Porque Pablo privó a las mujeres de los deberes eclesiásticos, y el bautismo
tiene que ver con estos.
Anabautistas. Condenamos a los anabautistas, que niegan que los
recién nacidos de los fieles deban ser bautizados. Porque según la enseñanza
evangélica, de los tales es el reino de Dios, y están en el pacto de Dios.
Entonces, ¿por qué no se les debe dar la señal del pacto de Dios? ¿Por qué los
que pertenecen a Dios y están en su Iglesia no deben ser iniciados por el santo
bautismo? Condenamos también a los anabautistas en el resto de sus doctrinas
peculiares que sostienen contrarias a la Palabra de Dios. Por lo tanto, no
somos anabautistas y no tenemos nada en común con ellos.
Trad Caesar Arevalo
FUENTE: Second Helvetic Confession (1566) extraído de http://www.crivoice.org/creed2helvetic.html
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