INTRODUCCION
Juan Calvino escribió su obra acerca de la "Necesidad
de Reformar la Iglesia" en 1534 en las visperas de la Dieta (asamblea) de Spyres organizada por
el Emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V y los principes Luteranos.
Martin
Bucer, el gran reformador de Estrasburgo, hizo instó a Calvino para que
redactara una declaración de las doctrinas reformadas y de la necesidad de la
Reforma en la iglesia Católica. El resultado fue notable. Theodore Beza, amigo
y sucesor de Calvino en Ginebra, llamó a "La necesidad de reformar la
Iglesia" la obra más poderosa de su tiempo (siglo XVI).
Calvino organizó su trabajo en tres grandes
secciones.
La primera sección está dedicada a los males en la iglesia que
requirieron reforma. La segunda sección detalla los remedios particulares a esos males
adoptados por los reformadores. La tercera presenta las razones del porqué la
reforma no se puede retrasar, sino más bien cómo la situación crítica de ese
entonces exigía una "enmienda instantánea".
En cada una de estas tres secciones, Calvino se
enfoca en cuatro temas, que él llama el alma y el cuerpo de la iglesia. El alma
de la iglesia es adoración y salvación. El cuerpo es sacramentos y gobierno de
la iglesia. La gran causa de reforma para Calvin se centra en estos temas. Los males,
remedios y la necesidad de una acción rápida se relacionan con la adoración, la
salvación, los sacramentos y el gobierno de la iglesia.
La gran causa de reforma para Calvin se centra en
estos temas. La importancia de estos temas para Calvino se destaca cuando
recordamos que no estaba respondiendo a los ataques en estas tres áreas, sino
que los eligió él mismo como los aspectos más importantes de la Reforma. La
adoración adecuada es la primera preocupación de Calvino:
PREFACIO A SU OBRA "LA NECESIDAD DE REFORMAR LA IGLESIA"
Al emperador más invencible, Carlos V,
y los príncipes más ilustres y otras órdenes,
Sosteniendo ahora una dieta [asamblea] del
Imperio en Spires,
Una exhortación humilde seriamente a emprender
la tarea de Restaurar la Iglesia presentado en nombre de todos aquellos quienes
desean que reine Cristo
Augusto Emperador:
Has
convocado esta dieta, que, en concierto con los príncipes más ilustres y otras
órdenes del imperio, con el fin que se pueda deliberar y decidir sobre los
medios a usar para mejorar la condición actual de la iglesia [universal], que
todos vemos esta muy miserable, y casi desesperada. Ahora, por lo tanto,
mientras ud está sentado en esta asamblea, le suplico e implore humildemente,
primero a su majestad imperial, y al mismo tiempo a usted también, a los
príncipes más ilustres y personajes distinguidos, que no se nieguen a leer, y
diligentemente a reflexionar, lo que tengo que poner delante de ustedes. La
magnitud y el peso de la causa bien pueden despertar en ustedes un afán de
escuchar, y pondré el asunto tan claramente a la opinion de ustedes, que no
puedan tener dificultades para determinar qué curso adoptar.
Quienquiera
que yo sea, estoy profeso a apelar y defender tanto de la sana doctrina como de
la iglesia. Sobre este tema, en todo caso, tengo derecho a esperar que no me
niegues audiencia hasta el momento en que parezca si estoy usurpando falsamente
esta causa, o si estoy llevando a cabo fielmente sus deberes y cumplo lo que
profeso. Pero aunque siento que de ninguna manera soy igual a una tarea tan
grande, no tengo miedo de que, después de haber escuchado la naturaleza de mi
cargo, se me acusará de locura o presunción por haberme aventurado a aparecer
así antes usted.
Hay dos circunstancias por las cuales los hombres nos suelen
recomendar, o al menos justificar, su conducta. Si algo se hace honestamente y
con celo piadoso, lo consideramos digno de elogio; Si se hace bajo la presión
de la necesidad pública, al menos consideramos que no es indigno de excusa.
Dado que ambos se aplican aquí, confío en su justo juicio, que obtendré
fácilmente su aprobación de mi plan. ¿Porqué en dónde puedo esforzarme para un
mejor propósito o también más honestamente donde en un asunto en este momento
más necesario que en intentar, de acuerdo con mi habilidad, ayudar a la iglesia
de Cristo? cuyas afirmaciones sería ilegal el negar en cualquier caso, y que
ahora está en grave angustia y en peligro extremo.
Pero no hay
ocasión para un largo prefacio sobre mí. Reciba lo que digo como lo que ud
desee hacerlo como si fuera pronunciado en unidad de todos aquellos que ya se
han encargado de restaurar la iglesia, o desean que se restablezca el verdadero
orden. En esta situación hay varios príncipes, no de la clase más humilde, y no
pocas comunidades distinguidas. Por todos ellos hablo, aunque como individuo,
pero para que sean más verdaderamente ellos quienes a la vez, y con una sola
boca, hablen a través de mí. A estos se suma la incontable multitud de hombres
piadosos que, dispersos por las diversas regiones del mundo cristiano, todavía
coinciden unánimemente conmigo en esta súplica. En resumen, considere esto como
la dirección común de todos los que deploran tan seriamente la corrupción
actual de la iglesia, que no pueden soportarla por más tiempo, y están
decididos a no descansar hasta que vean alguna enmienda. Soy consciente de los
odiosos nombres con los que estamos insultados; pero, mientras tanto, sea cual
sea el nombre con el que se considere apropiado designarnos, escuche nuestra
causa y, después de haberlo escuchado, juzgue cuál es el lugar que tenemos como
derecho a mantener.
Primero,
entonces, la pregunta no es si la iglesia trabaja bajo numerosas y graves
enfermedades (esto es admitido incluso por todos los jueces moderados), sino si
las enfermedades son de un tipo cuya cura no admite un retraso más prolongado,
y para lo cual, por lo tanto, no es útil ni llegar a esperar el resultado a
traves de remedios lentos. Se nos acusa de innovación imprudente e impía por
habernos aventurado a proponer cualquier cambio en el estado anterior de la
iglesia. ¡Qué! ¿Incluso si no se haya hecho sin causa o en forma imperfecta?
Escuché que hay personas que, incluso en este caso, no dudan en condenarnos; ellos
opinaban que teníamos razón en desear una enmienda, pero no en intentarlo. De
tales personas, todo lo que les pediría en este momento es que suspendan un
poco [por mientras] su juicio hasta que haya
sido demostrado de hecho que no hemos sido apresurados prematuramente al
intentarlo, pues no hemos intentado nada precipitadamente, [lo que hemos hecho]
no fue nada ajeno a nuestro deber. en
fin, no hicimos nada hasta que la mayor necesidad nos obligó hacerlo. Para
permitirme probar esto, es necesario conocer los asuntos en disputa.
Sostenemos,
entonces, que al comienzo, cuando Dios levantó a Lutero y a otros, quienes
levantaron una antorcha para iluminarnos en el camino de la salvación, y que,
por su ministerio, fundaron y alimentaron a nuestras iglesias aquellos
fundamentos de doctrina en los que la verdad de nuestra religión, aquellas en
las que la adoración pura y legítima de Dios, y aquellas en las que se
comprende la salvación de los hombres, eran en gran medida obsoletas.
Sostenemos que el uso de los sacramentos estaba viciado y contaminado de muchas
maneras. Y sostenemos que el gobierno de la iglesia se convirtió en una especie
de tiranía asquerosa e insufrible. Pero, quizás estos aversiones no tienen la
fuerza suficiente para mover a ciertos individuos hasta que estén mejor
explicados a ellos. Esto, por lo tanto, lo haré, no según lo exija el sujeto,
sino en la medida en que lo permita mi capacidad. Aquí, sin embargo, no tengo
intención de revisar y discutir todas nuestras controversias; eso requeriría un
largo discurso, y este no es el lugar para ello. Solo deseo mostrar cuán justas
y necesarias fueron las causas que nos obligaron a los cambios por los que se
nos culpa. Para lograr esto, debo abordar juntos los tres puntos siguientes.
Primero,
debo enumerar brevemente los males que nos obligaron a buscar remedios.
En segundo
lugar, debo demostrar que los remedios particulares que emplearon nuestros
reformadores fueron aptos y saludables.
En tercer
lugar, debo dejar claro que ya no estábamos en la libertad como para retrasar
la presentación desde nuestra mano, es decir, en la medida en que el asunto
exigía una enmienda inmediata.
-Juan Calvino
COMENTARIO
Después de su prefacio a su obra, Calvino pasa a expander cada uno de los tres puntos del argumento demostrando en forma detallada y directa la necesidad urgente de reformar la iglesia Cristiana. El prefacio nos sitúa en el verdadero contexto histórico de la reforma y sus origenes. También vemos que Calvino al igual que Lutero nunca estuvo en su mente el dividirse o crear una secta, al contrario Calvino se consideró parta de la iglesia y por tal motivo él y otros reformados querían reformar la iglesia de su estado de corrupción. Reflexionando en el momento actual, podemos ver que existe hoy aún mas desafíos diferentes a los de Lutero y Calvino en el siglo XVI, la iglesia católica romana al igual que grupos protestantes se han corrompido y abrazado ideologias humanistas totalmente contrarias al verdadero evangelio de Cristo. La reformas sigue y exige verdaderos reformados, volvamos a las raíces teológicas.
Caesar Arevalo
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