LA VERDAD

Este sitio es acerca la teología reformada tal como fue enseñada por los grandes e influyentes reformadores del siglo 16. El trabajo de ellos cambió la forma de ver el Cristianismo en términos de teología y liturgia. Fueron ellos que viendo la corrupción en la existente iglesia Católica desearon reformarla de acuerdo a Escritura, trayendo consigo la mas grande revolución religiosa y social que la historia de la iglesia haya sido testigo. Su legado sigue hoy en este siglo, y su influencia cambió Europa y dio nacimiento a los Estados Unidos de América.

sábado, febrero 14, 2015

NUESTRAS LEYES VIENEN DE DIOS







Durante una entrevista con el Jefe de la Corte de Justicia del Estado de Alabama, Juez Roy More, el pasado Jueves, en la cadena de cable CNN, el moderador Chris Cuomo dijo que nuestros "derechos inalienables vienen del hombre y no de Dios."

Esta declaracion no es rara viniendo de no-Cristianos cuya filosofia parte del humanismo ateo y es la que reina en todas las esferas públicas en América y en los medios de comunicación. La pregunta es ¿es esto verdad?

Para empezar las Escrituras afirman todos los gobernantes civiles han de someterse a Dios en todas las cosas, ya que Dios gobierna sobre todo. La regla soberana del Rey Jesús se extiende a lo largo de todo el cielo y la tierra (Mat. 28: 18b). Él es "el único bienaventurado y  Soberano, Rey de reyes y Señor de señores" (1 Tim. 6:15b; Ef 1: 20-22).

Naturalmente, el sometimiento al gobierno de Dios implica la obediencia a la ley de Dios. Rey Jesús dice: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lc 6:46). Los gobernantes, entonces, son ministros de Dios (Romanos 13: 4) quienes son ordenados a "servir al Señor" (Salmo 2: 11a) mediante la aplicación de su justicia: "El que gobierne entre los hombres será justo, gobernando en el temor de Dios "(2 Samuel 23: 3b, Proverbios 8:15, 16).


Esto nos deja con la pregunta: ¿por cuál estándar pueden los gobernantes determinar la forma de gobernar con justicia? Dios se revela al hombre a través de la Escritura (por ejemplo, 2 Timoteo 3:16, 17) y la revelación natural (Romanos 1, 2). Pero si la revelación natural proporciona alguna ayuda, todavía no es lo suficientemente perspicaz para proporcionar un modelo para determinar qué pecados deben ser delitos, cómo deben ser castigados los delitos y los procedimientos judiciales adecuados para determinar la inocencia o culpabilidad.


Por otra parte, este proyecto se encuentra en la Escritura, en especial en las leyes civiles del Antiguo Testamento. Sin embargo, una vez que decimos que las leyes del Antiguo Testamento civiles (menos aquellas particulares para Israelno se aplican hoy en día, incluso teniendo en cuenta un par de excepciones (por ejemplo, el castigo a los asesinos) entonces los gobernantes no tienen ningún modelo ético.

 
  Y si los gobernantes carecen de un modelo ético, entonces los gobernantes se encuentran atrapados en la posición insostenible para que sirvan a Dios, y al mismo tiempo se encuentran en gran medida en la oscuridad acerca de cómo hacerlo. El Pactante Presbiteriano Escocés Thomas Houston toca este dilema y recomienda la ley judicial de Moisés como la única solución:

 La ley moral define y declara el crimen, pero no dice nada del castigo. La ley judicial es la valla que Dios mismo estableció en torno a los preceptos del Decálogo, que son de obligación universal. Es el código penal del cielo - la regla por la cual por la cual solamente, hasta donde la sociedad humana está preocupada, podemos medir la magnitud del delito cometido, y el castigo apropiado que merece. [Referente a la ley de Dios] considéralo totalmente abrogado, y luego, en lo que se refiere a los Magistrados Civiles, se retira la sanción del Decálogo. El Magistrado todavía tiene una espada, pero esta sin direcciones de cómo puede utilizarlo.

     Al igual que un marinero sin brújula, que está a flote en un mar de incertidumbres, listo en todo momento para ser tragados por las olas tempestuosas, o estrellados contra las rocas y arenas movedizas que amenazan su destrucción. Pero el Magistrado Cristiano no es nombrado ministro de Dios y dejado sin direcciones en el desempeño de las funciones de su arduo oficio. Su deber es claro y minuciosamente declarado en palabras de Aquel que essin mudanza y sombra de variación,” y cuya legislación, como él mismo, es inmutable. Con este instrumento divino en su mano, él no tiene nada que temer. Dejémosle que lo aplique fielmente, y dejar las consecuencias con Dios. Entonces será su administración coronado por el éxito, y la gloria de Dios y el bien del hombre será ampliamente promovido. 
En pocas palabras: puesto que Dios tiene autoridad absoluta sobre los gobernantes, los gobernantes le deben obediencia a Dios en todas las cosas. Y si los gobernantes van a obedecer a Dios en todas las cosas, necesitan un amplio código de leyes civiles creados por Dios mismo. Esto sólo se encuentra en las Escrituras.

Caesar Arevalo

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